Primero fue El fin del poder, después La revancha de los poderosos. En los últimos 10 años, Moisés Naím ha sido una de las voces más lúcidas para interpretar los acelerados cambios políticos del mundo actual. A través de sus libros y sus columnas no sólo ha advertido sobre las nuevas lógicas que están operando en la sociedad actual, sino también las amenazas que enfrenta.
Según él, una frase pronunciada por José Ortega y Gasset en los años 30 del siglo pasado resuena a la perfección en el mundo actual. “Miren, lo que sucede es que no sabemos lo que nos pasa”, dijo el filósofo español poco antes de la crisis que sacudió a Europa y, para Naím, eso “capta muy profundamente lo que estamos viviendo, todos sentimos que está viniendo algo, que es algo grande, pero nadie sabe cuándo ni cómo será”.
En La revancha de los poderosos usted habla de la amenaza de las 3P, populismo, posverdad y polarización. ¿Desde la aparición del libro en 2022 cree que esa amenaza se ha agravado?
Te lo contesto con una historia personal. El libro fue muy bien recibido en muchas partes y me entrevistaron de varios lugares: Indonesia, Malasia, Europa Central, Medio Oriente. Y en esos encuentros siempre me decían, pero usted por qué no me dijo que el modelo de las 3P se inspiraba en mi país. O sea, todos sintieron que yo estaba hablando de ellos. El asunto es que, en realidad, las 3P son mundiales. Mira lo que está pasando en Israel. Uno pensaba que la principal democracia de Medio Oriente iba a mantenerse y ahora está bajo presión. Mira España, por no mencionar Chile, Perú, Argentina, Brasil, Venezuela o Colombia. Las 3P te ayudan a entender bien lo que sucede en cada uno de esos países y la gente lo reconoce.
Usted dijo hace algún tiempo en una entrevista al diario El País que «se cargaron la democracia y no nos dimos cuenta», ¿La democracia esta realmente en riesgo?
Sí, hay un ataque directo a los factores que definen qué es una democracia, la división de poderes, la independencia de los medios de comunicación, la libertad de expresión, todo eso está bajo ataque. Además, tienes una nueva camada de líderes que son autocráticos, pero que de alguna manera hacen contorsiones institucionales y adoptan narrativas alternativas para parecer más demócratas. Son autócratas que tratan de mostrarse al mundo como demócratas. A eso se suma que desde que se publicó el libro hemos visto cada vez más eventos inéditos de cambio climático. Es la naturaleza enfurecida. Y como si eso fuera poco, aparecen cosas como la inteligencia artificial, que no solo llegó para cambiar el mundo, sino que lo va a cambiar y lo está cambiando a una velocidad increíble. Todo eso amenaza la democracia.
¿En El fin del poder usted advertía sobre el efecto que habían tenido las redes sociales e internet en la sociedad, pero la IA es una suerte de upgrade de eso, un paso más adelante? ¿Qué riesgos ve en ese fenómeno para la democracia?
Esto va mucho más allá de las redes sociales. Esto cambia todo. La inteligencia artificial, combinada con el cambio climático, combinado con lo que está pasando entre las grandes potencias, combinado con la conflictividad social, y sumado a los ataques a la democracia te da una situación altamente inestable. La inteligencia artificial es la tecnología de más rápida adaptación en la historia. Nunca ninguna innovación había sido adoptada por tanta gente tan rápido como la inteligencia artificial.
¿Cuál cree que va a ser la consecuencia de ese cambio?
Vivir en una sociedad confundida, que no sabe en quién creer, qué creer, qué es verdad, qué es un montaje. Va a presentar retos que no tienen precedentes. Sin embargo, esa misma tecnología va a producir mecanismos para lidiar mejor con esta incertidumbre sobre a qué o a quién creerle. La misma tecnología nos va a dar instrumentos para protegernos.
¿Cree que la democracia se puede adaptar a esos cambios?
Todas las instituciones están rezagadas con respecto a la necesidad de adaptarse y responder eficazmente a los cambios tecnológicos que están ocurriendo y los cambios del medioambiente también. Estamos hablando del Vaticano y estamos hablando del Pentágono; estamos hablando de JPMorgan y estamos hablando de una compañía en India; estamos hablando de cultura, de teatro o de cine, de televisión, de poesía, de literatura y de guerra, de secuestros y de maldades. Todo eso está en la olla.
En medio de este escenario surgen líderes políticos polémicos. Fue el caso de Donald Trump en Estados Unidos y ahora de Javier Milei en Argentina. ¿Cómo ve a Milei, cae dentro de la lógica de las 3P?
Estoy muy impresionado por lo difícil que va a ser para él gobernar si gana. Él ha hecho promesas y se basa en ofertas electorales que son casi suicidas, y que son irrelevantes, porque no las va a poder concretar. Eso de que va a cerrar el Banco Central, eso no lo cree nadie. Y si lo hace va a tener consecuencias inmediatas, muy negativas. La dolarización total de la economía de una manera diferente a la que se ha probado en otros países, también. Él tiene una larga lista de cosas que ha prometido y no va a poder cumplir, entonces se va a ver obligado a hacer alianzas con otros partidos y entonces ahí va a tener que negociar.
Usted dice que los líderes de las 3P lo que hacen es destruir la democracia desde dentro. ¿Ve ese riesgo con Milei en Argentina o con otros líderes de la región?
En el caso de Milei, no lo sabemos, lo que sí sabemos es que la concentración del poder propende a las instituciones a ser más autoritarias. Yo creo que ni siquiera él lo sabe. Él no sabe cuáles son los límites de lo que puede hacer. Él va a intentar hacerlo todo, para luego descubrir qué parte de ese todo es realmente viable y va a tener consecuencias. Pero, además de Milei, el otro personaje que está de moda en América Latina es Bukele, que tiene un índice de popularidad de los más altos del mundo, y ha logrado hacer que la gente pueda salir a la calle en El Salvador sin que la maten, la violen o la roben. Pero en eso hay un riesgo para la democracia, un tema de derechos humanos que están siendo violados. Esa no es una situación estable ni sostenible, pero lo que hay que cuidar con Bukele o lo que él tiene que cuidar es su relación con los derechos humanos, debe ser el principal protector de los derechos humanos.
¿Cree que Bukele puede terminar convirtiéndose en un modelo, que su estrategia empiece a replicarse en América Latina, considerando los problemas de criminalidad que afectan a la región?
Para lograrlo tiene que resolver la contradicción que hay entre la forma que él tiene de enfrentar los problemas y que eso se haga en un régimen democrático. Hay una contradicción en la manera como él actúa y cómo debería actuar un demócrata. No nos olvidemos que Bukele fue el que entró en el Congreso de su país, rodeado de soldados y agentes de policía, cuando los diputados estaban discutiendo una ley.Después se corrigió y se echó para atrás, pero esa es su propensión.
¿Cree que esas figuras aparecen porque la democracia no es capaz de responder a las demandas ciudadanas, por una falencia en los sistemas democráticos?
No creo eso, yo creo que hay una tendencia mundial que se llama antipolítica, que le da a la gente el lujo de decir y despreciar la política y los políticos. Es la idea de que todos los políticos son malos, todos son ladrones, todos son corruptos, nunca hacen nada, nada sirve, nada, funciona, etcétera, etcétera. Entonces lo que ves es una reacción al desempeño del gobierno y eso lo vemos en la derecha y en la izquierda, en el norte y en el sur.
Los gobiernos no están funcionando, entre otras razones, porque las realidades para las cuales tienen que funcionar se están acelerando a una velocidad que los gobiernos no pueden responder. Cuando uno dice que es la democracia la que no está dándole lo que la gente espera, eso es correcto, pero si no es la democracia, es el autoritarismo. Esto no tiene que ver solamente con el régimen, que también, por supuesto, juega un rol, esto tiene que ver con gobiernos que no funcionan y gente harta de que le hagan promesas y ofertas que luego no se cumplen. Gente harta con el bajo desempeño, la ineptitud y la mediocridad que encontramos entre nuestros líderes. Hay un problema de líderes importantísimos en el mundo y en América Latina, y también hay un problema de seguidores. Es muy grave el problema que tenemos con los seguidores, lo vulnerables que son a ser manipulados, lo desinformados que están, lo poco interesados que están en entender mejor por qué están votando y por quién, lo frágil que es su punto de vista.
¿Hay un peligro de que finalmente el autoritarismo termine atrayendo a algunas personas, que prefieran eso a la democracia?
Absolutamente. Ahí están todos los regímenes fascistas. No nos olvidemos que Hitler comenzó por la vía democrática, ganó una elección y después hizo todo lo que hizo para concentrar el poder. Eso lo estamos viendo en otras partes. La idea de que ganas unas elecciones y después desde adentro socavas la democracia y la debilitas se observa en muchas partes.
Pero hay una parte de la población que parece estar dispuesta a eso.
Eso es porque no lo conocen, lo que sí conocen es que la democracia no les está dando resultados. Entonces bueno, venga otra cosa. Eso ha producido en el mundo dos cosas, una proliferación de elecciones y una proliferación de caras nuevas. Hay un apetito enorme por caras nuevas y eso tiene que ver con la antipolítica. No quiero más gente que ha estado en el poder, gente que ha estado cerca del poder. El que se vayan todos es el mantra de esa forma de ver el mundo. Milei es el último ejemplo de esto, pero antes tuvimos a Hugo Chávez, que también llegó como cara nueva. Tuvimos a Pedro Castillo en Perú, o sea, caras nuevas que terminan produciendo gente inexperta, gente que no está preparada y que está allí solamente por el sentimiento de revancha que guía a los votantes, que sienten que han sido engañados sistemáticamente.
Hablando de Chile, ¿cómo ve hoy el país y el gobierno de Gabriel Boric?
Cuando Boric llegó al poder, yo tuve la esperanza de que iba a tener que hacer una coalición que permitiera que Chile recuperara su vía de progreso económico. Chile fue el campeón del mundo en las reformas económicas y eso lo logró gracias a una alianza fantástica, que se llamó la Concertación, que duró muchos años, que aguantó, fue muy resiliente. Por eso, deseo que Chile vuelva a retomar la vía de las reformas económicas. Y ojalá que junto a eso haya un esfuerzo para crear reformas políticas e institucionales que profundicen la democracia y la hagan más eficaz.
¿Cree que eso se puede lograr?
Creo que Chile lo puede lograr, pero tiene que haber un acuerdo nacional. Tiene que haber una gran alianza que incluya todo el espectro político. Hay algo que estoy viendo en otras partes del mundo que me ha llevado a la conclusión de que en el siglo XXI solo los países capaces de gobernar y crear alianzas permanentes, estables y profundas entre rivales son los países que van a prosperar. El resto se va a quedar estancado o en declinación. Tenemos que llegar a la coalición de los que no se sienten cómodos entre ellos, es la única manera. Todas las partes tienen que hacer concesiones. Chile tiene el potencial de lograrlo. En América Latina es el que está mejor colocado.
¿Qué riesgos ve hoy en América Latina?
Me preocupa la necrofilia política, que viene junto con el que se vayan todos. La necrofilia es esa atracción de algunos seres humanos por los cadáveres y hay una variante política que yo llamo necrofilia política, que es el amor por ideas muertas, por políticas que han sido probadas aquí y en otras partes, una y otra vez y siempre terminan mal. América Latina tiene mucho de eso. Pero, más allá de eso, el escenario más preciso para definir América Latina hoy es el del juego trancado. En todos los países el juego político está trancado. Todos tienen suficiente poder para trancar el juego, pero nadie tiene el poder necesario para imponer el juego. Eso está pasando en todas partes. El juego trancado es el escenario que mejor describe a América Latina en la actualidad.
¿Y cómo se destranca ese juego?
Con alianzas, alianzas antipáticas. Los colombianos dicen que eso se llama tragar sapos, hay que tragarse ese sapo. Pero se ve poca disposición a eso en la política, no solo en Colombia, sino en el mundo. Yo creo que a los países que logren encontrar la forma de que gente que está en grupos opuestos identifiquen cosas en las que pueden trabajar juntos les va a ir bien.
Entrevista Especial de latercera.com