Aumenta hostilidad hacia la oposición mientras crece el interés en la primaria

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La intolerancia a dirigentes opositores por el régimen de Nicolás Maduro no es ninguna novedad en Venezuela. Sin embargo, en semanas recientes ha habido un aumento notable en la frecuencia de casos.

Sobre todo en relación con los precandidatos que en octubre se medirán en las primarias presidenciales. Este es probablemente el evento político que más está llamando la atención en Venezuela actualmente. Existe la posibilidad de que de ellas, más que un candidato, emerja un líder que cohesione nuevamente a las fuerzas disidentes en un proyecto que vaya más allá de lo electoral.

De cara a tal escenario, cabe esperar que la elite gobernante, como en ocasiones anteriores, se afinque en su hostilidad para coaccionar.

Agresiones frontales e indirectas

Los ataques a la oposición vienen en las más distintas formas, desde las más directas a otras más sutiles. La más llamativa, por lo frontal, es la agresión física. Ocurre durante actos de campaña de los precandidatos. Especialmente en zonas pobres que el chavismo considera su “territorio” por razones de propaganda ideológica.

Le sucedió a María Corina Machado, la líder Vente Venezuela que encabeza las encuestas de intención de voto en las primarias. En Petare, la populosa zona humilde del este de Caracas. También al ex gobernador de Miranda, Henrique Capriles, abanderado de Primero Justicia. Primero en Valencia, Carabobo, y después en Tucupita, Delta Amacuro.

Estos ataques, que suelen incluir golpes y empujones, son tolerados por las autoridades comprometidas con el chavismo. De hecho, las alientan. Por ejemplo, el gobernador de Trujillo, Gerardo Márquez, recientemente exhortó a propinarle una golpiza a Machado si hiciera acto de presencia en una localidad del estado andino.

En otras ocasiones, no son los dirigentes en sí mismos el blanco de hostigamiento, sino quienes trabajan con ellos. Verbigracia, en Barinas, el dueño de un camión de sonido contratado por la campaña de Machado para actos de campaña en el estado fue detenido brevemente, y su vehículo confiscado. Esta forma indirecta de persecución es de vieja data y se aplicó reiteradas veces a diputados opositores de la Asamblea Nacional electa en 2015, dificultándoles el transporte hacia Caracas y el alojamiento en la ciudad.

Amenazas

Desde la elite gobernante se ha esgrimido además advertencias de represalias que no tienen ningún nombre atado, pero que evidentemente van dirigidas a los precandidatos opositores. Bien sea por acciones del pasado o por lo que pudieran hacer en el futuro.

A principios de este mes, el comandante general de la Guardia Nacional, Elio Estrada Paredes, dijo que la pretensión de elegir un candidato presidencial inhabilitado pudiera ser una “incitación al desorden y la subversión”. Este mensaje es un clara referencia a los precandidatos que están inhabilitados para postularse a cargos de elección popular por la Contraloría General de la República: Machado, Capriles y el abanderado de Voluntad Popular, Freddy Superlano. 

Dado que en los tres casos las motivaciones políticas de la restricción son obvias, la Comisión Nacional de Primaria les permitió tomar parte en las elecciones internas. Si cualquiera es electo, lograr que se le quite la inhabilitación sería una primera oportunidad de desafiar al poder de facto.

Mientras, la diputada a la Asamblea Nacional electa en 2020, Ilenia Medina, anunció que su partido (Patria Para Todos, aliado firme del chavismo) introducirá un proyecto de ley para despojar de ciudadanía venezolana a aquellos políticos que “pidieron una invasión de Venezuela”. Una vez más, esto es una alusión a varios dirigentes opositores. Sobre todo a Machado, quien en varias ocasiones pidió que gobiernos extranjeros intervengan en el país para desalojar al gobierno chavista por la fuerza.

La primaria bajo el reflector

Para bien o para mal, la oposición venezolana fijó las elecciones presidenciales de 2023 como próxima oportunidad para lograr el cambio político en el país. Las primarias son un paso importante en esa dirección y, pese a la frustración generalizada de la población con el liderazgo opositor por su ineficacia, hay indicios de que los comicios internos están levantando interés.

Por ejemplo, una encuesta del Centro de Estudios Políticos de la Universidad Católica Andrés Bello estimó en junio que 40% de los venezolanos está seguro de que votará en la primaria. Otro 27% cree quizá lo hará. En noviembre pasado, esas cifras fueron 22% y 24% respectivamente.

Una participación de 67% sería un triunfo inmenso para la oposición, dado que en todo el mundo la participación en comicios internos suele ser baja.

Naturalmente, eso representaría una incomodidad para el chavismo. No solo por el escenario de un candidato opositor que gane la elección definitiva. También por el escenario de que la primaria consolide un nuevo liderazgo disidente individual que movilice la protesta ciudadana en caso de que el gobierno desconozca un resultado electoral desfavorable o incurra en cualquier otra práctica que menoscabe la legitimidad del proceso.

Entonces, la nueva arremetida contra la oposición pudiera ser un intento de “meterla en cintura”. De intimidarla para que se apegue a las reglas de un juego político diseñadas para que el chavismo nunca pierda el poder. No en balde buena parte del encono ha ido dirigido, tácita o expresamente, a Machado. La líder de Vente Venezuela no solo luce como la favorita para ganar la primaria, sino que además su perfil es el de una opositora «radical» que no sigue las susodichas reglas.