Disposición de 3.106 centros de votación será la gran prueba para la Comisión Nacional de Primaria

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La Comisión Nacional de Primaria tuvo una sacudida la semana pasada con la renuncia de uno de sus integrantes, María Carolina Uzcátegui. La otrora miembro del ente a cargo de las elecciones internas de la oposición sostuvo que no estaban dadas las condiciones para un ejercicio inclusivo del voto. Por ello, pidió un aplazamiento de la primaria, programada para el 22 octubre.

Quieren permanecieron en la comisión respondieron reafirmando que sí estaría garantizado el derecho a participar de todo venezolano que así lo desee. Quizá en parte para aplacar las inquietudes que produjeron las advertencias de Uzcátegui, este lunes la comisión brindó detalles sobre el despliegue de centros de votación, tanto en Venezuela como en el extranjero.

De esa manera, la oposición confirma que, pese a unos desafíos logísticos notables, se inclinará por permitir que los ciudadanos escojan quién será el candidato presidencial unitario disidente. Veamos cuáles son esos desafíos.

¿Darán los números?

Sin duda el mayor de los retos es asegurar que los organizadores puedan absorber a toda su población meta, de manera que ningún votante quede por fuera. Nada fácil. Se trata de atender a los más de 20 millones de ciudadanos en el registro electoral, en un territorio nacional de casi un millón de kilómetros cuadrados. O, en el caso de los casi 400 mil que votarán desde el extranjero, un cúmulo de ciudades en los cinco continentes.

Todo eso sin la asistencia del Estado venezolano. La comisión prefirió prescindir de los servicios del Consejo Nacional Electoral luego de que su directorio completo renunciara por presión del gobierno. Naturalmente, los recursos de la oposición son mucho más limitados.

En fin, para atender a todo este caudal disperso de votantes, la comisión anunció que el 22 de octubre habrá un total de 3.106 centros de votación. Cubrirán todos los municipios del país. Esto sería alrededor de 1,5 veces el total de centros de votación que hubo en Venezuela para la Consulta Nacional que organizó la oposición en julio de 2017, según reseñó la BBC por esos días. Sin embargo, mientras que en aquel entonces hubo 14.400 mesas de votación, esta vez solo serían 5.000.

En 2017, los encargados de la consulta pudieron procesar los votos de un total de 7.676.894 personas. Esto es 37,74% del registro electoral actual. Sin embargo, hay que tener en cuenta que en elecciones internas, la participación suele ser considerablemente más baja que en comicios generales. De manera que las primarias venezolanas no tienen que abarcar la totalidad. del registro electoral para ser un éxito de participación. Ni siquiera la mitad.

Pero asumiendo que la participación sea como la de 2017, los responsables tendrán que atender a los votantes con menos de loa mitad de las mesas.

Vulnerables

Otro desafío es la garantía de la integridad física de los participantes, debido a los frecuentes casos de agresión a opositores por seguidores del gobierno en Venezuela. Estas agresiones pueden tener un saldo trágico. Volvamos a la consulta de 2017. Aquella vez, presuntos miembros de un «colectivo» armado (una organización oficialista parapolicial) abrieron fuego a un centro de votación en la parroquia Sucre del Distrito Capital. Una mujer de profesión enfermera, Xiomara Scott, murió por los impactos.

La actividad de tales grupos se concentra en zonas urbanas empobrecidas, que el chavismo considera «su territorio» por razones ideológicas y propagandísticas. Entonces, los centros de votación para la primaria ubicados en tales zonas pudieran ser blancos de agresiones.

La Comisión Nacional de Primaria, para minimizar riesgos, podría abstenerse de disponer centros de votación en barrios pobres. Pero eso sería un estímulo inmenso para que los habitantes de esos espacios prefieran no participar. Después de todo, se verían obligados a desplazarse por distancias más o menos largas y a cubrir los costos del transporte por cuenta propia, en un contexto de mucha precariedad económica.

No hay solución sencilla para esta paradoja.

La otra cara de la moneda

¿Debería entonces la oposición desistir de las primarias, considerando los riesgos ya mencionados? Pudiera hacerlo, pero esa decisión entraña sus propios peligros. En primer lugar, ensancharía las fracturas entre facciones, pues muchos partidos ya han asumido la realización de los comicios internos como bandera. Suspenderlos sin siquiera intentarlo podría dejarlos profundamente inconformes y llevarlos a lanzar candidaturas presidenciales separadas, con el pretexto de que no los dejaron medirse ante sus rivales.

Pero incluso si todos los partidos en contienda se pusieran de acuerdo por consenso en nominar a una sola persona, los apoyos de los respectivos seguidores no necesariamente serán transferibles. Es decir, un partidario de Andrés Velásquez, por ejemplo, no necesariamente votaría por Manuel Rosales o César Pérez Vivas si uno de ellos fuera el candidato unitario que rete al chavismo. Incluso si el propio Velásquez les pidiera a sus seguidores que votaran por el seleccionado. A ello contribuiría el recelo producido a su vez por años de animosidad entre facciones.

Además, hay una crisis fuerte de representatividad en la oposición, puesto que, excepto quizá por María Corina Machado (dependiendo de que las últimas encuestas estén en lo correcto), goza de respaldo mayoritario en la base. Puede que lo único que haga que el opositor promedio vote por un candidato que no sea de su agrado es considerar que, antes, en elecciones internas, el mismo demostró ser el que cuenta con más favoritismo popular.

Incluso si la primaria no se concretara por causas de fuerza mayor, la oposición pudiera argumentar que lo intentó, lo que probablemente aplaque las inquietudes descritas previamente más que decidir por consenso de antemano.