Con sus hijos en un brazo y sus pertenencias en el otro, cientos de miles de refugiados ucranianos llegan a países vecinos, en donde han sido bien recibidos por los gobernantes de naciones como Polonia, Hungría, Bulgaria, Moldavia y Rumania.
Si bien su hospitalidad es encomiable, también pone al descubierto las enormes diferencias del trato que se les da a los migrantes y refugiados de Medio Oriente y África, en especial a los sirios que llegaron en 2015. Algunas de las palabras de estos gobernantes les resultan perturbadoras, y sumamente ofensivas.
“Estos no son los refugiados a los que estamos acostumbrados, estas personas son europeas”, dijo el primer ministro de Bulgaria, Kiril Petkov, esta semana al referirse a los ucranianos. “Estas son personas inteligentes y educadas. No es la oleada de refugiados a la que estábamos acostumbrados, a personas de las que no estábamos seguros de su identidad, personas con pasados oscuros, que podrían haber sido terroristas…”
“En otras palabras”, añadió, “no hay un solo país europeo que tenga miedo de la oleada actual de refugiados”.
El periodista sirio Okba Mohammad dijo que la declaración “es una mezcla de racismo e islamofobia”.
Mohammad huyó de su ciudad, Daraa, en 2018. Actualmente vive en España y junto a otros refugiados sirios fundó la primera revista bilingüe árabe y español. Dijo que no le sorprenden las palabras de Petkov ni de otros funcionarios.
“Estas son personas prósperas de clase media”, dijo un presentador en inglés de la cadena televisiva Al Jazeera. “Obviamente estos no son refugiados que intentan escapar de zonas del Medio Oriente, del norte de África. Lucen como cualquier familia europea de la que serías vecino”.
El canal se disculpó señalando que los comentarios fueron insensibles e irresponsables.
CBS News también se disculpó después de que uno de sus corresponsales dijo que el conflicto en Kiev no era “como en Irak o Afganistán, que han estado en conflicto durante décadas. Esta es una ciudad relativamente europea y relativamente civilizada”.
Cuando más de un millón de personas llegaron a Europa en 2015, el apoyo a los refugiados que escapaban de las guerras en Siria, Irak y Afganistán era mucho mayor. Desde luego que también hubo momentos de hostilidad, como cuando se captó a una camarógrafa húngara que pateaba y tropezaba a migrantes en la frontera de su país con Serbia.
De cualquier forma, en ese entonces la canciller alemana Angela Merkel declaró: “Podemos hacerlo” y el primer ministro sueco llamó a los ciudadanos a “abrir su corazón” a los refugiados.
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