“Yo, a veces me siento mal al pedirle dinero a mi hija para cubrir mis gastos acá en el país. Es una situación muy triste porque trabajé toda mi vida, levanté a mi familia, pude pagar la universidad de mi hija y ahora soy yo la que depende de la remesa”.
Este es el relato de Carmen Gutiérrez, jubilada de la administración pública y pensionada, a quien le resulta imposible cubrir sus gastos con los ingresos que, por concepto de ambos beneficios, percibe tras prestar largos años de servicio. Es esa la razón por la cual no le queda sino depender de lo que, mensualmente, le hace llegar su hija desde Argentina.
“Ella podía enviarme normalmente de 150 a 200 dólares mensuales, con los que yo hacía mercado y pagar las cuentas porque vivo sola. Pero desde que empezó la pandemia, todo se hizo más difícil y a ella le tocó tomar otro empleo para poder mandarme de 80 a 100 dólares mensuales. Eso me ha obligado a racionar comida y estirar mucho lo que me llega”, aseguró.
Para Carmen, como para muchos venezolanos, la contracción de las remesas en 2020 y parte de 2021 ha sido un duro obstáculo para sobrellevar la crisis por la que atraviesa el país desde noviembre de 2017, cuando comenzó el ciclo hiperinflacionario.
Con la diáspora de más de 5 millones de venezolanos, desde hace varios años y desde distintas partes del mundo se destina dinero para los que viven en el país, a fin de que puedan enfrentar los embates de la dolarización de facto y el exponencial aumento de precios.
El esfuerzo de quienes mandan recursos del exterior fue haciéndose mayor a través de los años. Las remesas en Venezuela pasaron de $78 millones, en 2016, a ubicarse entre $3 mil 500 y $3 mil 700 millones para finales de 2019, según estimaciones de la firma Ecoanalítica. Así, se convirtieron, incluso, en una fuente de ingresos económicos para el país.
En esos tres años, el promedio subió de 110 a 750 dólares “para gastos básicos” por persona, de acuerdo con cálculos de la consultora. Esto representó un repunte de más de 4.600% en los aportes en moneda extranjera hechos por venezolanos que están en el exterior para sus familias.
Para 2020 se esperaba la entrada al país de $ 4 mil millones por esta vía; pero, la pandemia del Covid-19 y su consecuente impacto en el ámbito laboral y económico en los sitios de acogida de los connacionales, dieron al traste con estas estimaciones.
La economista Corina Fung advierte que los envíos de dinero para Venezuela descendieron al menos 55,8% por la pandemia, ante lo cual “las personas que residen en el país y cuyos ingresos son precarios, han limitado sus gastos a bienes de consumo prioritarios, como los alimentos o la salud. Esto se transforma en un menor consumo, menores ventas para las empresas, menores ingresos, menores pagos y mayor desempleo”.
Fung insiste en que son muchas las personas que residen en territorio venezolano que dependen de las remesas en su día a día.
“El choque de menores remesas durante 2020 impactó no trivialmente a las personas que solían recibirlas con regularidad. Tal como se había comentado en informes previos de Ecoanalítica, 2020 fue un punto de inflexión en la tendencia alcista de las remesas observadas en 2019. Esta contracción significó una caída de casi 67,4% en el número de hogares beneficiados. En algunos casos, los migrantes venezolanos que siguieron enviando remesas no alteraron el monto, pero en otros hubo una disminución de hasta 546 dólares promedio en lo que cada hogar recibía anualmente”.
Este resultado se reflejó en una mayor cantidad de hogares con ingresos más inestables, además de otros efectos colaterales producidos por la pandemia.
El Instituto de Investigaciones Económicas y Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), en su informe de Coyuntura Venezuela, correspondiente a junio de 2021, proyecta que este año las remesas hacia Venezuela podrían ubicarse en $2 mil 300 millones, lo que representaría un incremento de 21% con respecto a 2020, cuando sus estimaciones las situaron en $1 mil 900 millones.
Según esta instancia, la cifra de 2020 fue apenas la mitad de la de 2019, cuando cálculos del instituto la ubicaron en 3 mil 700 millones de dólares.
De acuerdo con Ecoanalítica el peso de las remesas dentro del Producto Interno Bruto (PIB) en Venezuela podría estar entre 5% y 7%.
“Con una mayor movilización de la actividad económica en los países de residencia de los migrantes, el flujo de remesas tenderá a aumentar este año. No obstante, mientras se mantengan restricciones en los vuelos se seguirá dependiendo de herramientas o plataformas que faciliten el envío de dinero de forma electrónica, sin depender de la presencia física de la persona. Asimismo, en la medida en que se flexibilicen las políticas en contra del virus y las remesas aumenten nuevamente, el país verá otros retos como el suministro de combustible y una merma en los ingresos para obtener alimentos en un entorno que permanece en hiperinflación”, detalló Fung a El Tiempo.
Canasta alimentaria se ubica en $299
El Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas-FVM) informó que la Canasta Alimentaria Familiar (CAF) de junio reciente se ubicó en Bs 928 millones 333 mil 143,02 o $299,46.
De esta forma el grupo de alimentos necesarios para una familia de cinco miembros, durante un mes, aumentó 8,8% -esto es, Bs 75 millones 430 mil 739,81 o $24,33- con respecto a mayo. Según el Cendas, se requieren 132,61 salarios mínimos mensuales y 4,42 salarios mínimos para cubrir su costo diario, es decir, $9,98.
Ingresos menguados
El uso de la divisa norteamericana se ha incrementado en el último año, pero los pagos que se reciben en los empleos formales en moneda extranjera son bajos para gran parte de la población, por lo que las remesas siguen siendo importantes para equilibrar los gastos en el hogar.
Según cifras divulgadas por la firma Datanálisis, para el primer trimestre de 2021, cerca de 20% de la población reportaba ingresos que iban desde 250 dólares hasta $1 mil 400. Estas entradas monetarias provienen de ahorros en el exterior, remesas, repatriaciones y/o pagos por sus trabajos en divisas.
Un segundo grupo, compuesto por otro 20% de la población, gana entre 150 y 250 dólares al mes. Este sector tiene ingresos en moneda extranjera -pero mucho más bajos que los primeros-, dependiendo de transferencias y remesas del exterior y/o trabajos básicos que cobran en dólares.
El restante 60% de la población tiene ingresos muy bajos. Datanálisis divide este grupo en dos: uno cuyas remuneraciones pueden estar entre 60 y 80 dólares, y otro “muy marginal y pobre” que recibe ingresos inferiores a un dólar diario, es decir, 30 dólares al mes.
De acuerdo con un estudio del Observatorio Venezolano de Finanzas (OVF) , la dolarización de las remuneraciones en el sector privado aumentaron 28,6 puntos porcentuales entre 2020 y 20121. Mientras los trabajadores públicos cobran un salario de menos de cinco dólares, los del sector formal reciben mensualmente un ingreso promedio de 70 dólares, según el OVF.
El estudio apunta que casi la mitad de la población económicamente activa se dedica a labores independientes, 25,9% de los trabajadores son del sector privado y 26,6%, empleados públicos (unos 2,8 millones de personas). Esto significa que una parte importante sigue dependiendo de las remesas para subsistir.
Mayor dependencia
Un informe reciente del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) indica que las remesas que llegan a Venezuela ayudan a disminuir la inseguridad alimentaria, la cual es medida a través de indicadores de consumo calórico, diversidad de dieta y limitaciones en el acceso a la comida.
En el caso venezolano se encontró que, en promedio, los hogares que reciben remesas consumen 2 mil 152 calorías por persona al día, a diferencia de las 1 mil 822 calorías consumidas por los hogares que no tienen este beneficio.
La nutricionista Susana Rafalli insiste en que el contexto venezolano es tan complejo que una sola arista resulta insuficiente para describir los efectos de la pérdida de los ingresos y por consiguiente hay una alimentación deficiente.
“Entre 2019 y 2021, Venezuela se mantuvo en hiperinflación, con escasez de combustible para producir y trabajar; también sufrimos fallas de gas o de agua para cocinar, se perdió el valor de la moneda, disminuyeron las remesas y sigue el argumento de las sanciones para justificar esa privación”, dice Rafalli al hacer alusión al argumento del Estado venezolano para evadir sus responsabilidades en la materia.
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