En el Zulia: «Siempre tenemos un corte de luz que interrumpe nuestras vidas”

La alcaldesa del municipio, Betty de Zuleta, anunció que los cortes ya no se aplicarían en las noches, si no en las tardes, lo que generó descontento entre la gente.

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El calor que hasta hace unos meses frecuentaban las noches a oscuras de Machiques, en el occidental estado Zulia, ha sido paleado por unos vientos fríos que han aliviado un poco los momentos donde se aplica el Programa de Administración de Cargas (PAC), que sigue ejecutándose de manera variable tras el apagón nacional en marzo de 2019.

A dos años de aquella falla en el Sistema Eléctrico Nacional, todavía hay gente que no se adapta a los efectos que derivó la avería y en la que, inclusive, hoy día se mantiene un temor colectivo a que en uno de esos cortes ocurra nuevamente un apagón a gran escala y de larga duración.

Chiquinquirá Fernández debe cuidar de su madre, Inés, quien sufre del mal de alzhéimer desde hace diez años. El apagón le tomó por sorpresa, a pesar de que en ese momento ya había tenido que pasar por el trauma de las averías que afectaron al estado Zulia a finales de 2018.

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“Fue algo horrible porque era la primera vez que pasaba por tanto tiempo”, recordó.

Para ese momento Inés ya había perdido su capacidad motora, requiere de un colchón antiescaras para permanecer, casi permanentemente acostada. El hecho de estar sin servicio eléctrico ya ponía en riesgo su bienestar inmediato.

“La electricidad hace que el colchón se mueva y permita que circule la sangre” y no se le formen las escaras que se producen por la presión prolongada en cualquier parte del cuerpo.

Para prevenirlo, una solución inmediata fue trasladarla a un angosto pasillo en la que circula viento regularmente. Después, y gracias al ingenio de un familiar, instalaron en la habitación de Inés, un electroventilador a una batería de carro y así evitar trasladarla a otros sitios. Una solución que se mantiene hasta el momento.

Posterior a la falla nacional, continuaron, de manera inestable, los racionamientos eléctricos y que, como Chiquinquirá, han sido muchos los que han tenido que ajustar sus rutinas para continuar los quehaceres.

En Machiques ha sido escasa la información oficial sobre cambios en la aplicación del PAC, sobre todo cuándo y por cuánto tiempo.

La Voz de los que no tienen voz

Uno de los personajes más representativos de Machiques es el Fray Nelson Sandoval, quien desde hace mas de 15 años hace vida y trabajo en favor de la comunidad del Tukuko y cuyos habitantes, en su gran mayoría, pertenecen a las etnias Yukpa y Barí.

Ante lo remoto, escondido y olvidado pueblo del Tukuko, el sacerdote capuchino es el principal defensor y vocero de los padecimientos de su comunidad. A través de su red social Instagram, @fray_nelson, muestra las virtudes de su gente y tierra, y por supuesto algunos días de agonía, angustia y padecieres que viven, como las constaste fallas de la energía eléctrica.

Recientemente, la alcaldesa del municipio, Betty de Zuleta, anunció que los cortes ya no se aplicarían en las noches, si no en las tardes, lo que generó descontento entre la gente.

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A Chiquinquirá no le quedaba otra más que adaptarse a la situación.

“Cuando la luz se iba a las seis (de la tarde) ya uno trataba de hacer todo temprano, así para que a esa hora quedar solamente esperando a que volviera la luz y estar en un lugar fresco”, con los cambios a la tarde indicó que fue “muy difícil” adaptarse nuevamente, pues había que recurrir al electroventilador y mantener fresca a Inés.

“Ya nos estábamos adaptando, cuando a la semana siguiente cambiaron otra vez para las noches”, menciona con cierto alivio en su cara.

Otros, como Carmen Piñeiro, quien tuvo que ser sometida a una operación para extraerle un tumor en el cerebro, aseguró a Radio Fe y Alegría Noticias que no se adapta a la dinámica que los machiquenses sufren, inclusive, antes de ocurrir la falla hace dos años.

“Fíjate en mi caso que soy operada del cerebro. Entonces, ¿tengo que esperar para acondicionarme? ¿A tener una vida de pesadez?”, cuestionó.

Desde entonces, y como Fernández, ha tenido que enfrentarse a las consecuencias que implican las medidas tomadas posterior a la oscurana: racionamiento y fluctuaciones que pueden dañar equipos.

Piñeiro, quien es profesora jubilada, tiene un cementerio de artefactos en su casa. Aparatos que con el dinero mensual que recibe, que no llega a dos dólares, se le hace imposible reparar, mucho menos, comprarlos nuevos. La ausencia de estos afecta notablemente su calidad de vida.

“Yo tenía cuatro aires acondicionados, ahora no tengo ninguno; no tengo ventiladores, se dañó el microondas, se me dañaron las dos neveras, la lavadora. Todo, gracias a tantas interrupciones eléctricas”, detalló, a la vez que indicó que las veces que hay cortes programados debe esperar a que sea restablecido el fluido eléctrico y así “poder conciliar el sueño y estar tranquila en cama”.

A su juicio, no se puede seguir “aceptando esta vida de penumbras”, sobre todo por la falta de información sobre cómo y en qué tiempos se aplica el denominado Programa de Administración de Cargas.

“Siempre tenemos un corte de luz que interrumpe nuestras vidas y nos hace sentar a esperar”, sentenció.

Con información Radio Fe y Alegría

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