Pulsar el interruptor y no saber si habrá luz. Abrir el grifo y no saber si saldrá agua. Buscar la red WiFi y no saber si tendrás internet. Así es la vida cotidiana de los venezolanos para los que la única certeza con sus servicios básicos es que cuando llegue la factura se llevarán la mayor sorpresa, la de un precio que se ha disparado durante la cuarentena.
En una economía que ha hecho de la palabra crisis su unidad de medida, los venezolanos ya conocen todos los sinónimos de “bandear” y “rebuscar”, la palabra más repetida en las calles y pueblos de un país en el que pelear para sobrevivir es la única esperanza.
“Ya no me alcanza, ya no alcanza para el pago de los servicios porque entre cesta básica y todo (…) a veces no podemos ni pagar el alquiler, sino que esperamos al siguiente mes, a ver si podemos pagarlos juntos”, explica a Efe María Angela Loreto.
Puede parecer un detalle menor, pero en un país en el que el bolívar se rebaja incluso por debajo de las peores expectativas y que encadena un mínimo histórico tras otro, los ciudadanos hacen sus cálculos en dólares y reciben sus salarios en la mayoría de los casos en la moneda nacional.
Hoy, el salario mínimo es de 400.000 bolívares, mientras que un dólar ronda los 430.000, así que los ciudadanos “bandean” y se “rebuscan” como única forma de superviviencia.
Con las facturas por las nubes, ya solo se plantean dejar de pagar y entregar Venezuela a su enésima crisis, la de falta de suministros básicos por impago.
Sin datos oficiales, a preguntar en la calle
Las autoridades no ofrecen detalles de las subidas de los servicios, muchos de los cuales los proveen empresas públicas o incluyen distintas tasas, así que no queda alternativa de preguntar a los ciudadanos cuánto pagaban y cuánto aparecía en su última factura.
“Antes de la cuarentena, estaba pagando de 600.000 a 800.000 bolívares, ahora por una quincena me llegó 1,6 millones”, explica María Angela, cajera, sobre una factura que incluye internet, telefonía y televisión.
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“Ahora ha subido de 5.000 a 500.000, es mucha la diferencia”, explica Ambar Parroque, empleada en un centro comercial, sobre su factura de internet con la empresa pública Cantv.
“La última (factura de la luz) me salió en 4 millones y tanto en un mes”, recuerda Jeannete, una mujer jubilada que antes de la cuarentena recuerda que pagaba entre 80.000 y 200.000 por un servicio que incluye diferentes tasas municipales.
Todas ellas, de Caracas y sus alrededores, reciben un salario modesto, así que deben multiplicarse para salir adelante o pedir ayuda a familiares en el exterior.
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