Martín Figueroa hace cinco años solía almorzar todos los días una “batea” de comida que incluía una porción para dos personas de proteína animal (pollo, carne, cochino o pescado), casi una taza de arroz y abundante ensalada de vegetales; todo acompañado de medio litro de jugo. Ahora y desde mediados de 2018, cada mediodía ingiere menos de la mitad de lo que solía hacer porque para eso es que le alcanza su sueldo.
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“Aunque yo gano 10 veces más que el sueldo mínimo, sólo me puedo permitir comprar un poquito de proteína una sola vez por semana, de resto almuerzo raciones medidas de arroz con granos o pasta con salsa de tomate y otros aderezos”, expresó Figueroa.
Figueroa es el reflejo de la baja calidad alimentaria que actualmente padecen los guaros, quienes basan su dieta (cercenada por el sueldo) en pasta, granos, verduras y hortalizas, siendo estos rubros los únicos que pueden adquirir en un abasto con el bajo sueldo que devengan. Los panes, jugos, refrescos, café y postres son “lujos” que poco consume.
Para que una familia de cuatro personas logre cubrir sus necesidades mínimas de alimentación necesitaba, hasta septiembre unos Bs. 6 millones, según informó el Cendas, lo que se traduciría en 151 sueldos mínimos aproximadamente. Por eso la realidad que viven los trabajadores que cobran Bs. 40 mil es muy dura.
“Con los 20 mil bolívares no puedo comprar un kilo de carne porque vale Bs. 50 mil o un cartón de huevos que casi llega a los Bs. 70 mil. Apenas me alcanza para una harina PAN y unos tres kilos de verduras y hortalizas”, expresó Rosyberth Quiñones, una delgada licenciada en Letras que labora en una institución del Estado por sueldo mínimo.
Quiñones comentó que la ingesta de proteínas está casi erradicada en su alimentación. “En el desayuno comemos una arepa con un pedazo de queso blanco, en el almuerzo una ración de pasta con tomate y en la cena nuevamente arepa o un pan con granos”, afirmó Quiñones.
Sacando las calorías al día que ingiere Quiñones, da un total de 900, es decir ni la mitad de las 2 mil unidades calóricas mínimas diarias requeridas por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para un adulto. La institución indica que si la persona está por debajo de ese número, podría estar padeciendo desnutrición.
Consultados por LA PRENSA aseguran que el golpe a sus estómagos se dio a mediados del año pasado, cuando la hiperinflación galopante se devoró el poder adquisitivo y una ida al mercado en la que se lograra comprar más de cinco productos era una tarea titánica, hecho que fue confirmado por el informe Encovi 2018, en el que se aseguró que el 94% de los venezolanos no cuenta con ingresos suficientes para pagar el precio de la canasta básica.
Esta falta de dinero en los bolsillos más los pocos productos que adquieren, hizo que guaros redujeran sus tres comidas diarias a dos, o incluso una sola ingesta. “Hoy sólo comí un pedazo de bofe de carne que freí en manteca, de ahí no probaré bocado hasta mañana porque no tengo más dinero ni comida”, afirmó el obrero Darwin Colmenáres, quien dijo haber perdido 20 kilos en tres años.
La pérdida de talla y peso no es sólo con Díaz, pues según el balance que realizó el Observatorio Venezolano de la Salud (OVS) al final del 2018, se determinó que 64% de los venezolanos habían perdido en promedio 11 kilos entre 2016 y 2017 por la “monodieta” que tenían a base a harinas, tubérculos, grasas y legumbres; eliminando las proteínas animales por los altos precios y la escasez de productos.
Con información de La Prensa de Lara / José D. Sequera
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