Rossana Suárez, una venezolana de 36 años, en un giro desafortunado, fue despedida, sin razón aparente, antes de culminar su jornada laboral y pasó a sumarse al creciente número de personas que no tiene un trabajo estable en Venezuela. “No me dieron razones. Tragué grueso y le dije a mis hijos que no lloraran más. Mi hija mayor me preguntó ‘mamá ahora qué vamos a comer, tú eres la única que trabaja en casa’”, se lamentó Suárez, bajo el sol del mediodía a las afueras de una oficina del Ministerio de Trabajo en Caracas, reseñó Reuters.
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Miles de empresas -locales y transnacionales- están cerrando sus puertas o reduciendo sus nóminas en todo el país que, a pesar de sus vastas riquezas petroleras, sufre una recesión profunda y una inflación de tres dígitos que devora los salarios.
Según estimaciones de Consecomercio, el mayor gremio que agrupa a los minoristas privados, en el último año y medio se ha perdido cerca de un millón de empleos privados.
“El problema es ¿quién está creando empleos? ¡Nadie! Ni el Estado”, dijo Alfonso Riera, vicepresidente del grupo. “Y esa población desempleada, lamentablemente está migrando a la calle, al trabajo informal o peor”.
Esto puede significar ocupaciones que van desde revender productos alimenticios y medicinas escasas, ejercer una profesión por honorarios, o tener oficios intermitentes con contratos verbales y ningún beneficio social como seguro o bonificaciones alimentarias.
“El salario no alcanza”
Un trabajador despedido puede lograr que se le reenganche con la asesoría de oficinas del Ministerio del Trabajo como en la que Rossana Suárez esperaba desde las 4 de la mañana detrás de 69 personas, para quejarse por su despido “injustificado”.
Por ello, las empresas optan por negociar las renuncias con sus trabajadores a cambio de una suma de dinero y los trabajadores aceptan porque los salarios apenas les alcanzan.
Según líderes sindicales consultados por Reuters esto está pasando en firmas como la principal productora de alimentos y cerveza local, Polar, ensambladoras de vehículos como Ford y embotelladoras como Cola-Cola Femsa, entre otras.
Gilberto Troya, vocero de Sutrautomotriz, una asociación que agrupa a trabajadores de ensambladoras, concesionarios y ventas de repuestos del central estado Carabobo, dijo que proyectan que un 40 por ciento de la masa laboral de la principal entidad industrial estará desempleada a finales de 2017.
“La gente ha ido agarrando sus paquetes voluntariamente”, dijo Jhonny Magdaleno, líder de uno de los sindicatos de Polar, explicando que cada trabajador recibe el equivalente a unos 2.500 dólares al tipo de cambio paralelo por irse.
“La producción ha caído demasiado. Los trabajadores que se mantienen están haciendo unos 4.000 bolívares semanales: eso no les alcanza ni para comprar un paquete de harina”, se lamentó.
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